Clara Janés: «Vivir es seguir», una reseña de M. Martínez Forega

Clara Janés siempre tuvo la certeza de ser la poesía un género que debe ahondar en el misterio vital. Lo ha dicho con una convicción sólo —pero absolutamente— descifrable a través de su lectura. Clara Janés reúne, a mi juicio, una de las más sólidas obras poéticas de su generación, construida siempre en la orilla de su corriente y sustentada en la emoción por encima de todo, en la delicadeza de la palabra absorta en una semántica certera y en su modélica iconografía. El poder revelador de la palabra poética de Clara Janés ha dado por fin con ese raro acierto de la expectativa. Sus libros son siempre un regalo para la sensibilidad que espera ponerse a la altura de las circunstancias. Río hacia la nada es su última y recientísima entrega donde se desenvuelve con una naturalidad pasmosa en ese medio de la inefabilidad. Si el título conserva la tradicional metáfora ya arraigada en el subconsciente colectivo de Occidente, ésta se amplia al trasladarla a un ámbito donde esa imagen sin duda se identifica con el curso vital del hombre, donde se la desposee de su atribución retórica para ser una, material y ecuménica, y constituir una certeza en sí misma arraigada en la ontología oriental, en la trascendencia de su teologismo más allá de las fatuas interpretaciones que de sus símbolos ha colegio el esnobismo occidental. Clara Janés se ha ocupado en mirar el río —ese abismo tantas veces infranqueable— y ver pasar la vida, y ver pasar la muerte, y el amor, y el desamor, y sus secuelas. Lo dicta con su proverbial elegancia, con una hondura que incumbe a la alta sensibilidad y que revela el conocimiento que la autora tiene de su mística.

Este libro aúna en alto grado el equilibrio perceptivo y el contenido de la percepción vertidos ambos en un ejercicio poético que irradia tanto hacia un interior espiritual como hacia el exterior de una materia rescatada de su inmovilidad, la cual adquiere movimiento por su firme adherencia a los sentidos en sus distintas gradaciones. Un dúctil paseo por el ánimo en el que Clara Janés constata sin duda el placer de saberse viva, definitivamente vital. Ser consciente de estar vivo es lo que propicia su capacidad receptiva hasta —lo diría Georges Bataille— el extremo de lo posible, hasta aquel “horizonte” que es muro deleble por efecto su experiencia presente e inequívocamente antagónica de lo anecdótico. Río hacia la nada es una ofrenda sensual y es también lo que se vive materializado en el cuerpo textual de los poemas donde destaca la conciencia de ser, plano donde certeramente se inscribe la poesía al margen del parecer, del simular. Conciencia, conciencia… ése es el término, pero es a su vez el principio de toda escritura que con legitimidad se arroga el principio de vivir es seguir.

 

Clara Janés, Río hacia la nada, Barcelona, Random House Mondadori, 2010 (Premio Ciudad de Torrevieja de poesía 2009), 72 páginas.

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