Titulo: «Primavera Sombría»
Autora: Unica Zürn
Editorial: Siruela
Páginas: 88
El buen fantasma por Julio Cristellys Barrera
Si bien su escasa pero impresionante obra –“Primavera sombría”, “El hombre jazmín” y una selección de sus relatos titulada “El trapecio del destino y otros cuentos”– ha sido publicada durante estos últimos años por la editorial Siruela, Unica Zürn, escritora alemana nacida en Berlín en el año 1916 y fallecida en París en el año 1970, es, en mi opinión y a pesar de su innegable categoría creadora, una narradora olvidada entre los muchos tesoros aparecidos tras la marejada de las vanguardias literarias nacidas en la primera mitad del pasado siglo.
Aunque más conocida, no mucho, por sus obras póstumas – “Primavera sombría” y “El hombre jazmín”-, sus relatos, escritos junto con sus peculiares anagramas como un medio de vida y con destino a diferentes periódicos, no me parecen menos interesantes que aquellas dos breves novelas. Tienen, a ratos, estos cuentos un aire aparentemente ingenuo e irreal, también lírico, un pretexto para una enmascarada confesión de los anhelos, obsesiones y desengaños de la autora: una desquiciada espera del amor, concebido éste casi como un amor cortés, bien que, por momentos, nos lo muestre como la fatal ofuscación que incita a una niña a comerse la foto del hombre adorado; existencia de un mundo más allá de la simple percepción sensorial, tal vez el preludio de las alucinaciones que atormentaron durante varios años a Unica y la abocaron al suicidio, arrojándose por la ventana de un apartamento parisino ante los ojos de quien fuera su amante, el pintor Hans Bellmer, por entonces paralítico y sin habla; y unas encantadoras, nunca relamidas, instantáneas de una feliz familia en su casita del bosque, una cierta influencia de los hermanos Grimm, mas también una desgarrada queja por el calvario de una desdichada infancia, aquejada por el divorcio de los padres de la escritora, una mala relación con su madre y la, según cuentan, fatídica memoria de haber sido violada por su hermano.
Son estos relatos el germen del delirante, aunque autobiográfico, tono surrealista de sus obras mayores: “Primavera sombría” y “El hombre jazmín”. Y mucho fue el prestigio de Unica entre los grandes escritores del movimiento surrealista: André Breton, Max Ernst y Henri Michaux fueron algunos de sus amigos y admiradores. Hay quien habla de una aventura amorosa con el último de ellos, Henri Michaux.
“Primavera sombría”, para mi gusto, el mejor de sus trabajos literarios, es la despiadada crónica de los apetitos sexuales de una niña de corta edad, desde su nacimiento hasta un brutal desenlace, exordio quizás de la neurosis sufrida por la autora en su edad adulta, así como de su trágico sino.
Sabremos que la niña protagonista de esa historia, ya en la hora de su nacimiento, es subyugada por el varonil olor a tabaco adherido al cutis de su padre, una fijación que la acosará durante todo el relato y que, pudiera ser, la induce a buscar el gozo con la práctica de masoquistas y perversos vicios solitarios, de los que el más inocente será el juego de consentir que su sexo sea lamido por el perro de la familia. Sin embargo y a pesar de la obscena trama, la Zürn no se complace en la descripción de gratuitas escabrosidades, sino que, al contrario, incide en el sentimental talante de esa pequeña, a quien defraudaría un príncipe azul si con un beso en los labios la despertara, la privaría del más preciado de sus placeres: la dichosa inquietud de la espera amorosa.
El ardiente y singular temperamento de esta niña, que comparte edad, precocidad y un suicidio –no diré de quién- con la “Leticia” de la novela “Memorias de Leticia Valle” de Rosa Chacel, anticipa un desequilibrio nervioso, en pos de cuya imposible cura peregrinará la autora por este y aquel sanatorio psiquiátrico, acompañada por un fantasma de mirada clara, “El hombre jazmín”, la última de sus obras, muy triste, mas no tan desesperanzadora como “Primavera sombría”, pues ahora la narradora, no obstante sus mortificantes extravíos mentales, confía que su recuperación le vendrá por el conjuro de un hombre paralítico de piel blanca, de ojos azules, con quien, siendo una niña, dice haber contraído matrimonio, su “hombre jazmín”, tal vez el inválido Hans Bellmer que, mudo, contempló cómo Unica se daba muerte, quién sabe si con el propósito de inspirarle el tema para ese nunca manchado lienzo.