Pablo Delgado

pablo

 

 

XI enero

Te había de alcanzar antes de tiempo la funesta Parca,

de la cual nadie puede librarse una vez nacido.

“La Odisea”, Homero

La vida arrastra a la muerte…

nacen juntas,

son hermanas,

se acompañan:

La una es briosa, benigna y morena,

voluptuosa,

aroma de azahar,

erotismo,

reina mora,

Astarté carnal;

crepúsculo de oro y malva

en la vívida mañana,

la copa de vino,

la sonrisa luminosa,

un suspiro,

una zarabanda popular,

máscara de una comedia,

y verso de madrigal.

La otra es lánguida, perversa y rubia,

andrógina,

aroma de opio,

infanta española,

misticismo,

santa torturada,

crepúsculo azul y fuego

en funéreo atardecer;

la copa de ajenjo,

la sonrisa sospechosa,

un estertor,

un adagio entre las sombras,

máscara de una tragedia,

y rezo de pecadora.

La vida y la muerte

son dos íntimas amantes

que en el tálamo del Tiempo…

se estremecen.

(de ‘Tempus fugit’)

 

XIV. febrero

                                  Una única salvación queda a los vencidos:

                                 el no esperar ninguna.

                               “La Eneida”, Virgilio

Hay umbrales

que al traspasarlos parecen

conducir a un pesar insospechado,

donde el dolo se hace cierto,

la pérdida de aquel ser querido

viene a devastar,

o la alienación del desempleo

en mil pedazos pretende

quebrar a sus víctimas.

 

Hay otros umbrales

que parecen conducir

a un breve instante de gozo,

a ese escombro de falsa victoria

que seduce con sexos afilados,

o a una débil hermandad

que conforta y estrangula

con abrazos de papel.

Y otros…

que desvelan los vicios ocultos

donde al caos se venera

en un altar de gruesos espinos,

las musas muestran estigmas,

el destino sellado acaba

tras curar las heridas a un demonio,

y las puertas del Hades se abren

para bailar un vals con nuestros monstruos.

Y tras ellos…

queda el glacial desengaño

ante un vago mañana sin futuro.

(de ‘Tempus Fugit’)

 

  1. Abr. (Viento)

Caminante errabundo,

familiarmente extraño…

un paso, tras de otro,

golpea con bastón de aire burlón

en la sienes inermes de los espectros.

En palabras herméticas

comunica su lengua, y deshojada

se escribe en los parterres pardos del eco.

Vagabundo constante

y constante extranjero,

libérrimo, ignorado,

como el vuelo de un ángel en el desierto.

Peine de los vacíos

que peina por la tierra surcos de olvido,

donde el yermo se alza hasta el empíreo

y se esparce discreto.

Emigrante infinito

e infinito sin techo,

que traspasa ese umbral

donde el tiempo devora todos los sueños.

Y fenece en fragmentos una y mil veces…

y una y mil veces, pleno, vive de nuevo.

(de ‘Derivas e impresiones’, inédito)