XI enero
Te había de alcanzar antes de tiempo la funesta Parca,
de la cual nadie puede librarse una vez nacido.
“La Odisea”, Homero
La vida arrastra a la muerte…
nacen juntas,
son hermanas,
se acompañan:
La una es briosa, benigna y morena,
voluptuosa,
aroma de azahar,
erotismo,
reina mora,
Astarté carnal;
crepúsculo de oro y malva
en la vívida mañana,
la copa de vino,
la sonrisa luminosa,
un suspiro,
una zarabanda popular,
máscara de una comedia,
y verso de madrigal.
La otra es lánguida, perversa y rubia,
andrógina,
aroma de opio,
infanta española,
misticismo,
santa torturada,
crepúsculo azul y fuego
en funéreo atardecer;
la copa de ajenjo,
la sonrisa sospechosa,
un estertor,
un adagio entre las sombras,
máscara de una tragedia,
y rezo de pecadora.
La vida y la muerte
son dos íntimas amantes
que en el tálamo del Tiempo…
se estremecen.
(de ‘Tempus fugit’)
XIV. febrero
Una única salvación queda a los vencidos:
el no esperar ninguna.
“La Eneida”, Virgilio
Hay umbrales
que al traspasarlos parecen
conducir a un pesar insospechado,
donde el dolo se hace cierto,
la pérdida de aquel ser querido
viene a devastar,
o la alienación del desempleo
en mil pedazos pretende
quebrar a sus víctimas.
Hay otros umbrales
que parecen conducir
a un breve instante de gozo,
a ese escombro de falsa victoria
que seduce con sexos afilados,
o a una débil hermandad
que conforta y estrangula
con abrazos de papel.
Y otros…
que desvelan los vicios ocultos
donde al caos se venera
en un altar de gruesos espinos,
las musas muestran estigmas,
el destino sellado acaba
tras curar las heridas a un demonio,
y las puertas del Hades se abren
para bailar un vals con nuestros monstruos.
Y tras ellos…
queda el glacial desengaño
ante un vago mañana sin futuro.
(de ‘Tempus Fugit’)
- Abr. (Viento)
Caminante errabundo,
familiarmente extraño…
un paso, tras de otro,
golpea con bastón de aire burlón
en la sienes inermes de los espectros.
En palabras herméticas
comunica su lengua, y deshojada
se escribe en los parterres pardos del eco.
Vagabundo constante
y constante extranjero,
libérrimo, ignorado,
como el vuelo de un ángel en el desierto.
Peine de los vacíos
que peina por la tierra surcos de olvido,
donde el yermo se alza hasta el empíreo
y se esparce discreto.
Emigrante infinito
e infinito sin techo,
que traspasa ese umbral
donde el tiempo devora todos los sueños.
Y fenece en fragmentos una y mil veces…
y una y mil veces, pleno, vive de nuevo.
(de ‘Derivas e impresiones’, inédito)