BOIRA
Invierno es el neblinoso león
agazapado sobre la nervadura seca del limbo dorado,
el instante de vapor y aliento fluvial nocturno
cuando camino
donde no puedo ver mis pasos:
aquí, el mundo vacío.
Nimbar la odisea.
Rumiar la osadia.
Asordinadas las luces,
las ciudades,
las lunas,
formo parte de esta bruma original;
soy niebla
y la tiniebla campando a sus anchas por los tiempos
es solo el paso anterior,
un lastimoso prefacio.
Tus sábanas arrugadas
y aquellas cafeteras colgando
en las ramas de los árboles
indicaron que ya era el momento preciso:
despertar
o
seguir muriendo.
NOCTURNO
Arría velas el rebaño de estrellas
que en silencio pastorea belcebú
bajo el sordo ladrido de sus lámparas.
Desde su tumba, invita la luna al verbo,
mientras calafatean esmerados discípulos
sus cascos de chapa metálica y blues naval.
El vagabundo ha remendado su megáfono
y desde las calles saca brillo a su llamada:
alto, claro, molesto.
Sus palabras colisionan, una y otra vez,
contra imponentes flotas pesqueras herméticas
para caer, depués, quebradas
a un vacío ignoto.
Una y otra vez,
las aves parpadeantes
extienden incansables sus alas de luz
ante los ojos del animal absorto
de avisos nocturnos.
La baba se extiende invisible
para unir las pálidas nubes
y un rabo de nuez queda libre
en mitad de la mar.
El coral del universo sigue rodeando Saturno.
Entona su llanto rotundo
el violín de las azoteas,
la membrana del calamar
aglutina despedidas sin tinta
y en el umbral espera nauseabundo
el corazón latiendo
a toda prisa.
Tu sombra, un efecto de cornisa.
Ella, por defecto, pasa y pisa
fuerte sus pasos sobre el desierto apagado,
sus huellas de plomo y de siglos,
el tiempo del elefante.
Ella, vasta y frisa,
es una guirnalda de espelta,
una promesa de diamante,
el hambre insondable
del río oblicuo, no maleable,
la lucernaria del vagón rutilante;
una inestablepradera horaria es
la noche del vigilante.
ESPECTROS EN EL CAFÉ DE LOS ESPEJOS
(del libro Concierzo de viento: 12 poemas + 1 vendaval)
Si bien quedan lejos
mis estatuas del periodo arcaico,
esta mañana no deja de ser hierática,
de cierzo inmóvil o inexistente
y ciudad de jardín mecánico.
En el Café de los espejos
busco la movilidad de los cristales,
los juegos de luces
y en este claro-oscuro (o arco iris que me embriaga)
se despejan parpadeos de ojos
en mi amante de una noche.
A veces abriga el aliento
de una antigua estatua
pero los recuerdos acosan,
de todo un friso parnasiano,
habitado por ciegas cariátides sin manos.
Amante de una noche
y mil amaneceres,
crees que ocupas en mi templo
tan solo unas horas.
No sabes cómo te recuerdo
los días de invierno y soledad habitada,
vestida de verano y sonrisas,
donde el viento teme entrar
por no borrar tus huellas
ni saquear mi historia.
Tinta de mi verso,
eres una
y eres todas;
figuración como de ejército,
que siembra paz en el caos,
y desordena mi vida
con fuegos de luces y luces que asombran
la blancura de este folio vírgen
que aspira a historia
escrita por tu mano izquierda.
Hoy levanto mis ojos.
Mi muerto reflejo
es el vivo palíndromo
que insulta mi rostro y pronuncia tu nombre.
…o carta o atraco….
¿es esto poesía, poemía, poetuya?
Son solo teatros del esperpento,
la función de la bohemia y las sombras
creando juegos de artificio
para mis espectros
en el Café de los espejos.