Elena Velilla

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Trazos de humo
Me empeñé en perseguir
el rastro de tu silencio,
convencida de que te encontraría.
Busqué bajo mis párpados
y entre mis pestañas,
donde jamás te buscarían.
Hice trazos de humo
en lo más profundo de mi pecho
y vencí en batallas
que yo misma había hecho
Luché contra demonios
para luego,
besarles en la boca.
Crucé mil pasadizos
y sonreí a la luna.
Desabroché sonrisas
y rompí cristales,
para aprender a escupir mentiras.
Cosí puzles de lágrimas
y los guardé bajo llave.
Esculpí cien caminos distintos
cubiertos de versos
y cosí miniaturas
de todos tus besos.

Anclajes
Si hubiera sabido
todas las respuestas
a los acertijos
que eran tus ojos.
Si hubiera pedido ayuda
para comenzar mi primer vuelo.
Si hubiera tejido anclajes
para mantenerte aquí,
sano y salvo.
Me quedaré con las ganas
de llorar en tu pecho
y sostenerte los sueños.
Respiro con pesadez
y me cuelgo entre tus dedos.
Ruego por silencios
y me retuerzo por momentos.
Lloro en blanco y negro
y cuento las gotas de tinta
de tus ojos somnolientos.
Prefiero quedarme callada
y capturar los momentos,
quizá escribir un poema
y enredar
todos mis sueños.

Náufrago
He aprendido a no ser yo quien surca las mareas,
sino el náufrago que habita en ellas.
He aprendido que nunca es demasiado tarde para llorar por antiguos errores
si los nuevos no son lo suficientemente devastadores.
He crecido aplicándome la ley del «todo o nada»,
sin saber realmente que sufrir lo último era una batalla menos ganada.
He crecido con un suspiro de egoísmo atrapado en mi garganta,
queriendo que las balas fueran tus uñas clavándose en mi espalda.
He llorado pensando en tu sonrisa cada mañana,
acordándome de como desapareció
convirtiéndose en la ceniza de cada hueso de mi espalda.
He despertado del sueño que me causaba tener tus brazos a mi alrededor,
oliendo con horror el hedor que causaba la despedida.
He reído atragantándome con la ira y la ansiedad,
cuando aquellos ojos vacíos me recordaban toda mi inseguridad.
He aprendido que quizás todo lo que recordaba,
no eran más que pequeñas motas de lo que ya no quedaba.