Nada funciona
Son las tres y suena un twist en la radio. Alguien mueve el pie en alguna parte de la ciudad. Sincronizamos canal. Lavamos los platos juntos. Nos vemos en el reflejo de las cucharas recién aclaradas mientras la fina pátina de agua deforma nuestros rostros. Has hecho té verde, del que a mí me gusta, y lo saborearás mientras tecleas en el ordenador. Yo aún no he comido, pero te acompaño en el futuro de tus actos. Compongo sonetos vacíos y frases inanimadas, alego en Twitter y respondo los mensajes que me llegan al correo. Pero aún no he comido. Seguimos enlatados en un mundo de vidrio. Observamos las estrellas a través de pósteres del cielo boreal. Imagino el austral contigo de la mano. Una estrella fugaz acaba de precipitarse en algún lugar del planeta. Se enciende una llama en mis ojos viendo pasar las nubes por el horizonte. ¿Habrá nevado en mi pueblo? Los cementerios yacen vestidos de blanco, pero aquí, en Zaragoza, hace sol y se ha levantado el cierzo. Cómo detesto el cierzo, salvo los días de primavera, cuando me acaricia con su suavidad mientras paseo. Dices que te vas, pero poco te importa si me voy yo. Y nieva en la sierra, nieva fuerte junto al Huerva. Aquí, hace cierzo, pero nunca lo verán los osarios de la guerra. ¿Trincheras en el fuerte o tan sólo en mi corazón? Termino de fregar los platos y se calienta la comida. El cielo austral me observa por la ventana. La Vía Láctea, otra vez, y ese asteroide que nunca veremos caer sobre alguna parte. Silba el té, y te marchas. Me quedo, y enmudezco. Hoy hay judías. Nada funciona.
Publicado en Narrativas. Revista de narrativa contemporánea en castellano. Nº29. Abril-Junio de 2013.
Espejo
Lobo con piel de lobo, hombre,
lleva una horca y una escupidera consigo,
amenaza la vida con sonrisas estúpidas
y asombra a los otros con su mirada.
He visto su reflejo en un muro negro.
Se han vuelto sus manos y no tenían marcas.
Hombre del hombre mismo,
[muerto,
la piel ungida pergamino
sobre el que el tiempo escribirá.
La angustia de los escarabajos peloteros al caer el sol de la tarde
Un asunto precipitado:
risas, nuestras voces diseminándose
sin control alguno de nuestra mente.
Ya no sé dónde terminan el día y la ciudad
si caminando tres baldosas, una farola,
diez transeúntes parecen intemperie.
Yerra, botella llena,
pensamiento claro.
Me hago ilusiones con las cosas más nimias
y la prudencia, y la derrota, ambas se alían
para custodiarme de mi propia destrucción.
Escribo, camino, qué más da,
si ambas cosas son lo mismo
en lo que de verdad importa:
sentir y dejarse llevar.
Y sólo un detalle me mantiene en estado sólido,
que es misterio, escarabajo disecado,
estancia que no se puede franquear.