David Jaraba Berné

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EL VIAJE

Una isla

rodeada por un oscuro mar,

acantilados acosados

por los vaivenes del miedo,

por las olas de la incomprensión

propia y ajena.

Un náufrago,

cada vez más salvaje

esperando la respuesta

al mensaje de su botella.

No sé si fue de forma voluntaria

o si fue el subconsciente,

pero quedé atrapado en esas blancas orillas,

tras quemar las naves

para evitar volver a otras costas

amargas y ya conocidas.

Fuera del mundo,

encontré el eslabón perdido

de la cadena

que me devolvería a la humanidad;

a veces hormigón y acero

en la gran ciudad,

otras de madera y cuerda

en la profundidad de la jungla,

pero siempre puente.

Luciérnaga en la noche más lúgubre,

mi puerto en la tormenta.

Yo,

esbozo deforme en el lienzo de un pintor,

busto tullido de escultor en época temprana,

nota desacorde en un esperpento musical

y tú

la obra maestra de un arte aún por inventar.

Sentirme un globo de helio

unido al mundo por una cuerda de pureza y luz,

me siento feliz

aun con el eterno anhelo de subir,

subir, y estallar

para fundirme por siempre con el cielo azul.

Quedan vestigios y reminiscencias

de aquel oscuro mar,

del aislamiento de aquel viaje,

de la soledad de aquella isla,

pero qué belleza

la del crepitar de aquellas viejas naves.

 

ELLA

Me fascina

y me aterra.

Sentada en su trono labrado

en oro y podredumbre,

enaltecida por cánticos y magia negra

en torno a una hoguera eterna.

Inmutable en el tiempo,

ella, que irónicamente

es la reina del cambio.

Siempre en mi cabeza,

con sus sentencias inflexibles

y su justicia aleatoria.

Ajena a polémicas y modas,

a ideologías, y a huelgas:

ella siempre sigue girando

la rueda.

Y yo qué puedo hacer

si ante su presencia

no tengo

potestad para decidir

igual que el trigo

no tiene ni voz ni voto

en la cosecha.

A qué deidades encomendarme

si todas parecieron ser sordas

o mudas al menos

y sólo he obtenido respuestas

del Dios que ha resultado

ser cada humano.

Y me busca en sueños,

tan alargada es su sombra.

Y a pesar de tener brazos,

sonrisas y miradas

en las que hallar cobijo,

siempre vuelve a mi mente,

insistente,

rechazando mi olvido.

Algunos días,

todavía le dedico

el primer pensamiento en la mañana,

el último pensamiento en la noche.

La muerte es una amante exigente.

 

NATURALEZAS

Las luces apagadas,

y los Códices del Infinito en sus pupilas

ocultas en la oscuridad

como el resto de la habitación

pero iluminándome la vida;

sudor y saliva,

las sustancias tangibles de mi alquimia.

Me acostumbré al ritmo

de este perpetuo baile de sombras,

si cierro los ojos,

brujas y demonios convocan aquelarres

tras mis córneas:

qué extraña diócesis

pasaron del sabotaje a la cooperación

en esta nueva relación de simbiosis.

Su cercanía me trae paz,

pero no abuséis de este sosiego

quien quiera mirarme por encima del hombro

debe estar dispuesto

a mirarme después desde el suelo,

el alumno superó al maestro

y cuantos hubierais apostado por mí

sabiendo que mi profesor

fue el Universo

pero todavía ínfimo

ante el roce de su piel

y la sola mención de sus besos.

Las decepciones mantuvieron

mi corazón en su sitio

pero cincelaron mi fachada de humano,

esculpiendo el titán que hoy veis aquí

irreductible de granito y titanio,

mis manos manchadas con la sangre

de los dioses de antaño…

Y es que Cupido no tuvo bastante

con Dafne y Apolo,

y volvió a mezclar en su carcaj

las flechas de oro y de plomo

desatando el Caos aquí dentro:

la astucia de Ulises en Troya,

su orgullo ante el cíclope tuerto.

Soy

el compendio de errores cometidos

desde que alguien decidió

no apuñalar a mi madre en el vientre

Soy la ira,