Clara Arregui

clara

Argos

Yo fui un perro feliz

tuve suerte en mi nacimiento,

dueño era de un palacio

aquel que me alimentaba;

se caso con la mujer amada

y me dieron su cachorro

como compañero de juegos.

Pasamos tiempos felices

en una casa con una habitación

en la que crecía un árbol.

Pero pronto comenzaron los problemas…

Llego un emisario con noticias

de un juramento hecho largo tiempo

por una belleza sin bridas

de una mujer, perfidos ojos.

Mi dueño se hizo el loco:

¡Le ví sembrar sal

en los mejores campos de cultivo!

Suerte que salvó a mi amiguito

eso nunca se lo hubiera perdonado.

Y tuvo que partir a una guerra

que nunca tuvo más razón de ser

que el enriquecimiento de unos pocos.

Hubo lloros tiempo despues,

la ama y el niño andaban

como mis compañeros

cuando se les quitan las cadenas.

Después de largo tiempo

vinieron hombres de otras tierras

y volvio la algarabía a la casa,

la comida volvía a estar

en manos generosas conmigo.

Fui un perro viejo

fallecí un día mirando al mar

esperando mi dueño

pero… esperad un momento:

¿de verdad creeis que un perro

viviría diez años esperando

a ese pequeño bastardo infiel?

 

Reflejo

Soy un reflejo en el espejo

de lo que un día fue mi doble

en un momento de su vida.

Yo ya no envejeceré

ni perpetuaré la especie

ni me saldrán canas

en este pelo desordenado.

Veo como las imagenes se renuevan

van creciendo como crecen

esos que estan fuera…

Parece que hay vida tras el cristal

que ellos viven tras verse

en este espejo en el que vivimos.

Pero siempre vuelven

a preguntarse quienes son

y vosotros tenemos que amoldarnos

darles las respuestas que necesitan

El reflejo da la respuesta a la realidad.

Todos los reflejos sienten

aquellos que sentían sus dueño

(si es que se pueden llamar así)

¿Cómo explicar lo que siento

si mi dueña se vio en este espejo

justo en el momento que su asesino

se acercaba a besarle

con un puñal preparado en la espalda.

XX

            Sono el teléfono y Él supo que era Ella.  Pasaba una vez al año y sentía como se iba acercando. Como si estuvieran unidos por un encantamiento feerico, sentía como Ella se iba cagando, se iba llenando de inquietud; sabía que llegaría un momento que llegaría un momento que el vaso no sería suficiente para contener todos los reproches, no solo hacía él sino hacia los dos (pensar en los dos tras tanto tiempo, tras rehacer sus vidas después del Cataclismo parecía un mal chiste).

            Entonces esperaba la llamada, oír su voz tras tanto tiempo quiza desde la última vez que llamó:

            – ¿Sabes lo que quería? – Preguntó Ella.  Él no respondió, había aprendio con el paso del tiempo a callar como cuando eran jóvenes. – Yo quería que te pegaras a mi piel, que lucharas para estar ahí pegado, que hubieras reclamado mi cuerpo como patria y que el resto hubiera significado exilio.  Yo no necesitaba las tormentas, los terremotos, la locura… Fómentaste que perdiera una brújula ya de normal inestable, me diste un corazón sin manual de instrucciones y yo no tenía fuerzas para mantener el mio, ¿por qué dejaste que yo nos hiciera daño? ¿porqué permites que una vez al año tellame cuando los dos sabemos que estas preguntan, en verdad, no las contestaremos nosotros?

Y colgó.

 

            Algunas veces

 

A Miguel de la Cuadra Salcedo, porque nos permitió por un momento ser inmortales

 

Algunas veces,

de casualidad, solo por un momento,

se puede ser inmortal:

una pequeña Helena de Troya

y provocar la caida de Ilión.

Se concatena el tiempo y el lugar

en el que el cuerpo deja su impronta

y permanece ahí

por los siglos de los siglos

como una sombra de Hiroshima.

La primera vez que la Malinche

clavó sus ojos en Cortés

se escribió la caida

del Imperio del Sol

Ese deseo, pequeña macula

moviendose aparentemente

sin ninguna otra preocupación

habla de la búsqueda

desde que el hombre dibujada

el primer bisonte de Atapuerca,

de ser más que polvo,

de ser estrellas.