Ni siquiera sangre…
ya no sale nada.
Estoy intentando
tirar ese muro,
me estoy dejando la mente,
el cuerpo y el corazón
pero no sale nada,
que injusta la vida
que cuando más lo necesitas
te quita,
te quita el sustento,
te quita del medio,
tequila en chupito para aguantarme por dentro,
no me tolero,
soy como el resto
atado con cadenas
de un futuro que espero,
que me tira del cuello,
lo que me dicen que haga
y que nunca suele ser bueno;
no quiero
seguir en este infierno,
me mata de miedo,
veo al diablo y está contento
porque sabe que estamos muertos
sin estar todavía muertos,
porque sabe que andamos recto
sin formas ni argumentos,
pero no os equivoquéis,
ese diablo no tiene patas de cabra y cuernos (o bueno…),
tiene cuentas con muchos ceros,
y fábricas en países que están lejos,
el último coche, el último móvil
y con descuento;
no puedo
seguir en este infierno,
necesito tirarme
por ese acantilado de pensamientos,
bañarme en un mar de recuerdos,
gritarle al cielo que le quiero,
a la luna que la espero,
al sol que deje de molestarme,
necesito volver
a sentirme débil,
notar la fragilidad en un suspiro,
acariciar la suavidad con la mirada,
flotar en concentrados de tumulto
y herirme
y llorar
como nunca,
solo,
tirado en un banco,
deshecho,
roto…
y así romperlo todo,
porque siento que me muero,
cada segundo de este embotamiento
mata mil ideas
pero al mundo parezco contento,
soy mi propio genocidio,
una matanza de versos,
una quema de libros,
la censura de lo inefable,
el terror de lo intangible,
una mala muerte para el arte
y sigo
lanzando versos contar el muro
y no sale nada,
explotan en mil pedazos
y me salpican las letras muertas
llorando por lo que pudo ser y no será,
otra historia sobre mujeres,
sobre mi,
sobre el alcohol al que invoco cuando estoy así,
pero al menos se juntan
escribiendo textos sobre no poder escribir.
Te estaba esperando,
ni tú tenías que pasar por aquí
ni yo tenía que estar tirado en este banco,
tú y yo no tendíamos que encontrarnos,
yo y túyyo no tendríamos que conocernos
(tanto),
bendita mala suerte.
Me hablas de ti,
de que vivías en “ninguna parte”,
viajabas sin equipaje,
comías de la vida
(y habías cogido sobrepeso)
Y bebías de recuerdos
(y volvías a casa siempre borracha).
Te hablaba de mí,
de que tengo tres cadenas,
dos en la tierra
y una en el cielo,
de mi cabeza colapsada,
de que bebo en cualquier parte
(pero nunca vuelvo borracho),
como con mi equipaje
(y rozo el infrapeso),
vivo de lo que me da la vida
y viajo entre mis recuerdos,
entre los pasados y los futuros,
entre los pesados y los fortuitos,
entre los pisados y los fingidos,
entre los poemas y las fechas,
entre el pueblo y las mil fachadas;
te hablas de mí,
me hablo de ti
y me digo que te envidio
y te lo comento por encima
para ver si subimos a recoger mis palabras
y nos tomamos un café en las nubes,
elevémonos como el aire libre de un globo
y salva-me,
soləmente te pido eso,
bueno,
y que te quedes,
que me enseñes,
que me aprendas,
que me cuentes
que me sientas
y que te sientes
y me mires escribir
y te vea cuando vuelas
y me oigas cuando recite
y te escuche cuando resuenes
y saborees mi comida
y me sepa tu sabor hasta a 10000 km
y me huelas los miedos
y yo tu perfume permanente a café recién hecho por la mañana
y me toques
y te toque
¡¡y porque todo lo que haces
tiene que ser tan fantástico!!
Porque tú
y yo
no tendríamos que habernos conocido
(tanto),
porque cada palabra tuya
me rompe un esquema inamovible,
porque no me veo a tu lado toda la vida
por mucho que seas mi sueño,
porque no entiendo la vida sin ti,
porque te necesito,
te necesito,
te necesito,
tenerte,
tocarte,
olerte,
saborearte,
oírte,
verte
así
así
así
y no pares
nunca
no me sueltes
nunca
o mejor siempre,
vete,
huye,
corre
con alguien que te viva,
que no te tenga miedo
de primeras,
sin pensarlo,
sin paracaídas,
sin respaldos
porque ahí si te merecen,
porque yo te quiero
pero ahí te adoran,
porque te necesito
pero ahí te sienten,
porque “Andrés desea ser libre”
pero no lo consigue.
Voy a seguir sentado
en el mismo sitio que hoy,
tú vuelve en unos años
y esperemos que no hayan acabado conmigo
aún.
Comienza el día
y recuerdas esa frase, esas palabras
y te ríes,
es un cocktail recurrente ,
unas gotas de resignación
en una copa llena de ego,
sabe bien,
casi tanto como el burbon.
Luego piensas en tu existencia,
en como la llevas,
tus bajadas y subidas
y cuándo es que vuelve a arrancar la montaña
y vuelves a sonreír,
otra copa,
esta vez un poco más compleja,
lleva un poco de felicidad,
un resquicio de conformismo,
ganas de hacer, de que hagan
y varios versos por cada mililitro,
sabe mejor,
casi tanto como la cerveza.
Existen momentos no tan entrañables
que también tienes que probar,
engaños, lamentos, estreses,
agobios, soledades (de las malas),
juntando todo esto
da algo entre gris y marrón,
sabe mal,
casi tanto como el vodka.
Luego está la locura
me quede sin palabras para hablar de ella
el día que empecé a vivirla,
lo consideré lo más sensato,
nadie sabe lo que lleva
pero sabe bien
casi tanto como el tequila.
Y con esto llega la noche
y el punto en que ya no riges
mezclándolo todo
en un baso de tubo con hielos,
alegrías, tristezas,
recuerdos, proyectos,
las hostias más grandes
con los mayores triunfos,
las noches y los días,
sinceramente no sé a que sabe,
pero sabe bien,
casi tanto como la vida.