Andrés Llena Riu

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Ni siquiera sangre…

ya no sale nada.

Estoy intentando

tirar ese muro,

me estoy dejando la mente,

el cuerpo y el corazón

pero no sale nada,

que injusta la vida

que cuando más lo necesitas

te quita,

te quita el sustento,

te quita del medio,

tequila en chupito para aguantarme por dentro,

no me tolero,

soy como el resto

atado con cadenas

de un futuro que espero,

que me tira del cuello,

lo que me dicen que haga

y que nunca suele ser bueno;

no quiero

seguir en este infierno,

me mata de miedo,

veo al diablo y está contento

porque sabe que estamos muertos

sin estar todavía muertos,

porque sabe que andamos recto

sin formas ni argumentos,

pero no os equivoquéis,

ese diablo no tiene patas de cabra y cuernos (o bueno…),

tiene cuentas con muchos ceros,

y fábricas en países que están lejos,

el último coche, el último móvil

y con descuento;

no puedo

seguir en este infierno,

necesito tirarme

por ese acantilado de pensamientos,

bañarme en un mar de recuerdos,

gritarle al cielo que le quiero,

a la luna que la espero,

al sol que deje de molestarme,

necesito volver

a sentirme débil,

notar la fragilidad en un suspiro,

acariciar la suavidad con la mirada,

flotar en concentrados de tumulto

y herirme

y llorar

como nunca,

solo,

tirado en un banco,

deshecho,

roto…

y así romperlo todo,

porque siento que me muero,

cada segundo de este embotamiento

mata mil ideas

pero al mundo parezco contento,

soy mi propio genocidio,

una matanza de versos,

una quema de libros,

la censura de lo inefable,

el terror de lo intangible,

una mala muerte para el arte

y sigo

lanzando versos contar el muro

y no sale nada,

explotan en mil pedazos

y me salpican las letras muertas

llorando por lo que pudo ser y no será,

otra historia sobre mujeres,

sobre mi,

sobre el alcohol al que invoco cuando estoy así,

pero al menos se juntan

escribiendo textos sobre no poder escribir.


Te estaba esperando,

ni tú tenías que pasar por aquí

ni yo tenía que estar tirado en este banco,

tú y yo no tendíamos que encontrarnos,

yo y túyyo no tendríamos que conocernos

(tanto),

bendita mala suerte.

Me hablas de ti,

de que vivías en “ninguna parte”,

viajabas sin equipaje,

comías de la vida

(y habías cogido sobrepeso)

Y bebías de recuerdos

(y volvías a casa siempre borracha).

Te hablaba de mí,

de que tengo tres cadenas,

dos en la tierra

y una en el cielo,

de mi cabeza colapsada,

de que bebo en cualquier parte

(pero nunca vuelvo borracho),

como con mi equipaje

(y rozo el infrapeso),

vivo de lo que me da la vida

y viajo entre mis recuerdos,

entre los pasados y los futuros,

entre los pesados y los fortuitos,

entre los pisados y los fingidos,

entre los poemas y las fechas,

entre el pueblo y las mil fachadas;

te hablas de mí,

me hablo de ti

y me digo que te envidio

y te lo comento por encima

para ver si subimos a recoger mis palabras

y nos tomamos un café en las nubes,

elevémonos como el aire libre de un globo

y salva-me,

soləmente te pido eso,

bueno,

y que te quedes,

que me enseñes,

que me aprendas,

que me cuentes

que me sientas

y que te sientes

y me mires escribir

y te vea cuando vuelas

y me oigas cuando recite

y te escuche cuando resuenes

y saborees mi comida

y me sepa tu sabor hasta a 10000 km

y me huelas los miedos

y yo tu perfume permanente a café recién hecho por la mañana

y me toques

y te toque

¡¡y porque todo lo que haces

tiene que ser tan fantástico!!

 

Porque tú

y yo

no tendríamos que habernos conocido

(tanto),

porque cada palabra tuya

me rompe un esquema inamovible,

porque no me veo a tu lado toda la vida

por mucho que seas mi sueño,

porque no entiendo la vida sin ti,

porque te necesito,

te necesito,

te necesito,

tenerte,

tocarte,

olerte,

saborearte,

oírte,

verte

así

así

así

y no pares

nunca

no me sueltes

nunca

o mejor siempre,

vete,

huye,

corre

con alguien que te viva,

que no te tenga miedo

de primeras,

sin pensarlo,

sin paracaídas,

sin respaldos

porque ahí si te merecen,

porque yo te quiero

pero ahí te adoran,

porque te necesito

pero ahí te sienten,

porque “Andrés desea ser libre”

pero no lo consigue.

Voy a seguir sentado

en el mismo sitio que hoy,

tú vuelve en unos años

y esperemos que no hayan acabado conmigo

aún.


 

Comienza el día

y recuerdas esa frase, esas palabras

y te ríes,

es un cocktail recurrente ,

unas gotas de resignación

en una copa llena de ego,

sabe bien,

casi tanto como el burbon.

Luego piensas en tu existencia,

en como la llevas,

tus bajadas y subidas

y cuándo es que vuelve a arrancar la montaña

y vuelves a sonreír,

otra copa,

esta vez un poco más compleja,

lleva un poco de felicidad,

un resquicio de conformismo,

ganas de hacer, de que hagan

y varios versos por cada mililitro,

sabe mejor,

casi tanto como la cerveza.

Existen momentos no tan entrañables

que también tienes que probar,

engaños, lamentos, estreses,

agobios, soledades (de las malas),

juntando todo esto

da algo entre gris y marrón,

sabe mal,

casi tanto como el vodka.

Luego está la locura

me quede sin palabras para hablar de ella

el día que empecé a vivirla,

lo consideré lo más sensato,

nadie sabe lo que lleva

pero sabe bien

casi tanto como el tequila.

Y con esto llega la noche

y el punto en que ya no riges

mezclándolo todo

en un baso de tubo con hielos,

alegrías, tristezas,

recuerdos, proyectos,

las hostias más grandes

con los mayores triunfos,

las noches y los días,

sinceramente no sé a que sabe,

pero sabe bien,

casi tanto como la vida.