ANTES DE QUE NAZCA EL MONSTRUO
Tan solo los niños pueden ser considerados humanos
pues en ellos todavía se disputa la eterna batalla,
todavía conservan esa mirada de cachorro,
manso como la calma del agua en la jungla,
esperando ser interrumpida por una boca sedienta.
Todavía no han sido devorados por la bestia,
ni tienen la impronta de la guerra y el pecado,
no han conocido el hedor de la mugre,
ni han vivido escondidos bajo el lodo.
Todavía hay una oportunidad efímera para ellos,
un espejismo antes de que al monstruo le nazcan los colmillos
y las ansias de despedazar los besos que queden en los labios.
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Hay palabras que pesan como una losa,
que no distinguen
entre la realidad y el deseo,
entre el sueño y la anestesia.
Suerte quien no soporta esa carga
y duerme con la cobertura más sincera
de no tener la boca y la cabeza
empapadas de mentiras.
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LA IMPORTANCIA DE SER FLEXIBLE
En un mundo tan curvo
Es necesario aprender
el arte de ser flexible;
de ser siempre inexacto
como intentar averiguar
la forma de las nubes.
Olvidar lo rígido
para no acabar quebrado
O aprender a residir
en la temperatura óptima,
evitar ser la barra rígida
que rompa la cabeza de los débiles,
evitar ser valla de alambre
que deje a descansando a un niño
comiendo polvo en el suelo.
En un mundo tan curvo
hay que evitar el laberinto,
caminar con la cabeza ladeada
para evitar la rectitud de las trayectorias,
siempre en un giro constante
de proporciones áureas
que deje ver todas las aristas
con las que contamos.
Siempre hacia adelante,
sin dudar
o dudando con los ojos cerrados,
sin mirar atrás
o posando nuestros ojos de soslayo
para no acabar siendo una estatua salina,
para no ser la compañía pétrea
en la guarida de la górgona,
ni acabar perdiendo a la amada
en la salida del infierno.