Las armas y los amores. Patrizia Carrano.
Seix Barral Novela Histórica, Barcelona. 251 págs.
Jorge Cortés
El Sitio de Malta, 1565. El histórico asedio que sufrió esa estratégica isla, cuando el Imperio Otomano pretendía conquistarla, es la anécdota histórica que sirve a la autora para enhebrar un relato intenso, muy bien construido, apasionante a veces y donde el acarreo documental no empece la brillantez literaria.
Las polémicas sobre el qué y el cómo de la denominada novela histórica se vienen sucediendo con periodicidad. Definirla o acotarla se ha convertido en una suerte de pretenciosidad, además de ser una tarea estéril. Pero en cualquier caso gravita sobre esta cuestión un aspecto nada menor: los límites de la fabulación en o durante el tratamiento de un acontecimiento datado históricamente y aceptado pacíficamente, o al menos con amplio consenso, por la historiografía.
Esto es, si la novela histórica debe atenerse a cronologías, ambientaciones de época y a hechos verídicos, probados, o bien se ve dispensada de tales obligaciones y puede trasgredir contextos y juicios históricos en beneficio de la ficción.
Parece que la síntesis más afortunada a este respecto viene a proponer que novela histórica e Historia no son términos equiparables, pero que su convivencia en ese subgénero de la prosa literaria exige no inventarse ni tergiversar aquello que está documentado, aunque posibilitando, por ejemplo, la coexistencia de personajes reales e imaginarios y su libre ensamblaje en el discurso narrativo. O lo que es lo mismo: que el texto (literario) respete el contexto (histórico). Pero, además, ¿la novela histórica como complemento verosímil de cuanto desconocemos de épocas o acontecimientos determinados, o, tal vez, como expresión comprensible de éstos? Mejor dejarlo aquí, y quizás podríamos concluir estas breves reflexiones (novela histórica versus historia novelada) si aceptamos que esta clase de novela, generalmente ambientada en épocas bastante lejanas, debe ser muy fiel a ese tiempo, lo cual encomienda a sus autores atender a la documentación y al estudio de cuantas fuentes históricas le arrojen certidumbres.
La autora de Las armas y los amores se ha sumergido en un episodio espléndido, con la suficiente solvencia para hacernos noticiosos de aquella epopeya bélica, al tiempo que su estilo comprensible, huérfano de abalorios innecesarios, nos precipita en una lectura continuada, ávida, de la novela. Son más las paginas dedicadas a las armas: los actores de la contienda, los siete meses que duró el sitio, las intrahistorias que le precedieron y le suceden, el dramatismo de las acciones guerreras, las culturas en conflicto, las estrategias, el miedo y el valor, las atrocidades en ambos lados del campo de batalla; todo ello narrado con atisbos pedagógicos, ilustrados. Y los amores, entre el cristiano Girolamo, guerrero de la cruz, y la musulmana Amina, apasionada cultivadora de rosas, una siria hija de un rico mercader y de una noble toscana capturada por los sarracenos: dos personajes creíbles y enredados en un conflicto que no acaban de comprender. Son los ojos llenos de amor de Girolamo que invaden de turbación, de una singular turbación, a Amina: «una mirada que nunca había visto en un hombre». Ese encuentro accidental en medio de calamidades y muertes, ese intento de comprender que anidaba en cada uno de los dos. Ese accidentado viaje de Amina que le enseña que el mundo no era sólo uno, sino que se componía de muchos mundos. Ese símbolo del rosal damasceno, agotado por las penurias del viaje y que no reaccionaba pese a los cuidados de Amina: ella se sentía desarraigada como su último rosal, seco, antes de poner pie en tierra para satisfacer su curiosidad por el mundo cristiano pero sólo había encontrado imágenes de ferocidad y abandono. Y los versos del Orlando furioso entremetidos en esos instantes voluntariosos, alentadores, en una isla asediada y en una ciudad derruida, como si los dos vivieran en otro lugar, con espacio para su pasado pero no para su presente y futuro. Es un amor que emerge de entre las catástrofes y se proyecta como el eco de la novela.
Es una relato no sólo recomendable para habituales de la novela histórica, sino para cualquier lector porque quedará seducido por una trama que contiene muchas más. Una novela escrita con galanura y con dominio del tempo y de los planos narrativos, que se suceden con esa exquisita naturalidad que únicamente está a disposición de esos escritores tan concienzudos como brillantes.